jueves, 28 de diciembre de 2006

Día 1. Crisol

Una farola, que aún permanece apagada, se asoma calculando la luz que necesita esta calle por la que estoy pasando, se asoma ahora mismo, ¿no la veis? , se asoma tímidamente ruborizándose al verme pasar.

En este atardecer, lleno de cromatismos anaranjados, suspiro, entre complacencia y complacencia, llena de ilusión y de miedo, de entusiasmo y de desconfianza, ya que es la primera vez de todo esto, de todo, de mis primeras pisadas por esta calle sin nombre; de mi primer trabajo “de lo mío”, que me obliga a intentar no decepcionarme; de la primera escapada real de la casa de mis padres; del salto al vacío que supone eso; del prime uso de este, mi primer paracaídas, que se aferra a mi sinuosa espalda, el primer uso de este paracaídas que aún no he abierto y del que tengo siempre dudas sobre su fiabilidad.


Estoy cansada, más bien agotada. El primer día en la redacción me ha dejado suplicando descanso y una necesidad perenne de preguntas sin respuesta, que no va a ser satisfecha en las próximas horas, en los próximos días, en las próximas semanas. Sólo deseo no perderme por Barcelona ahora que la empiezo a conocer, ahora que comienzo este blog, ahora que tiemblo de miedo, ahora que estoy sola, escupida de una relación que no llevaba a nada, en un lugar que no acababa en ningún sitio, sólo deseo no perderme ahora que no sé en donde puedo esconderme sin que me vea mi pasado…